Ama De La Noche

febrero 17, 2009

SARA

Filed under: Uncategorized — Etiquetas: , , , , , , , — amadelanoche @ 7:21 pm

La historia de un sumiso que cuenta como se inició de forma paulatina y definitiva:

«Relato enviado por matrixbcn. de Barcelona.

Antes de internet no sabia nada del bondage, y poco del sadomasoquismo, ni
de la dominación, ni de fetichismo…¡Cuantas puertas se me han abierto!

Empezó como un juego, para masturbarme, viendo fotos como un loco,
descargando videos, luego entrando en chats, simulando ser muchas veces lo
que no era…por cierto, me llamo Juan y tengo 27 años. Un tio del montón,
vaya. Pero con muchas fantasias en la cabeza, que poco a poco iban
devorándome el cerebro. Entonces empecé a gastarme dinero en el tema, que si
revistas, que si webs de pago, en algún SexShop incluso había comprado
alguna prenda de látex, etc…

Me gustaba este mundo. Solo faltaba encontrar a alguien con quien llevarlo a
la práctica, y eso era lo difícil. ¿Cómo acceder a alguna Ama? pagando, pero
no era mi intención, todo este mundo era mi secreto, y mis fantasías sólo
eran para mi, no podía compartirlas, pues me daba vergüenza que alguien
supiera todo lo que me pasaba por la cabeza. Hasta el día.

Me levanté como siempre, ducha, traje, y hacia el banco, donde trabajaba de
apoderado. Cada vez que entraba una clienta me la imaginaba vestida de
látex, en plan Dómina… que enfermizo, cuanto más tiempo pasaba peor me estaba
poniendo, por lo que al finalizar la jornada decidí coger el coche e irme a
Barcelona, de compras a algun sexshop, para aliviar mi sufrimiento.

Llegué sobre las ocho de la noche, y fui directo al grano. Entré en el
garito, y fui directamente a la zona sado. DVD´s, revistas, aparatos… era la
gloria, imaginaba quedarme encerrado en un sitio como ese.. mmm, sería
maravilloso. Compré un par de DVD, un ballgag bastante grande, y otro gag
que se hinchaba, que ya había visto por internet. En casa ya tenía esposas,
cuerdas, y un catsuit de latex negro. Cuando fui a pagar la chica de la caja
me sonrió maliciosamente, y yo estaba muy avergonzado, y no se me ocurrió
nada más que decirle que eran para mi novia…¡ja! Que más quisiera yo.

Luego fui a cenar a un buen restaurante, más tranquilo por la compra que
había hecho, y por lo bien que lo pasaría esa noche, aunque fuera solo.
Selfbondage se llamaba. Y me excitaba mucho.

Curiosamente, en la barra del restaurante vi la empleada del sexshop, con
una amiga tomando una copa. Cuando salí intenté que no me viera, pues me
había vuelto a poner muy nervioso con su presencia… que vergüenza.

Cogí el coche y me fui camino a casa. Ni me di cuenta de que me seguían.
Sólo cuando llegué, e iba a entrar el coche en el parking, fue cuando vi que
me hacían luces. Giré la cabeza, y oí una voz femenina que me decía algo.
Con cautela me acerqué al coche y allí estaba la empleada del sexshop!!! A
120 km. de Barcelona. Le pregunté con voz temblorosa que si tenía algún
problema, y me respondió que no.

-Me gustas, y tambien tus gustos.

Me quedé atónito. Descolocado. No estaba acostumbrado a que me «atacaran»
tan directamente. Cabe decir que mi vida sexual es bastante agitada, pues
las chicas consideran que no estoy mal, pero NUNCA ninguna conoció mi
secreto.

-¿Me invitas a una copa?

Rápidamente olvidé lo de «los gustos» y le dije que si, que adelante, pues
la chica estaba bastante buena.

Entramos en mi casa, la invité a una copa, y estuvimos hablando toda la
noche. Yo dejé la bolsa con «mis compras» en la cocina, y me olvidé de
ellas. Ella, Sara, hablaba del sexo con una naturalidad espantosa, y me
contaba anécdotas que le habían pasado en el sexshop. Por mi cabeza pasaba
cada vez con mas intensidad la idea de que me había tocado la lotería, que
Sara era LA MUJER que llevaba años esperando, pero no me atrevia a sacar el
tema, y ella tampoco, y como la conversación era muy amena, no salió.

Se quedó a dormir, en mi cama, pero ni nos tocamos, ni nos
besamos… parecíamos dos amigos que dormían juntos. Sentirla a mi lado me
ponía muy cachondo, y el no poder tocarla aún más. Nos dormimos.

La mañana siguiente, cuando sonó mi despertador, ella no estaba. En su lugar
había un tanga y una nota. Decía: «lo pasé muy bien hablando, si quieres
repetirlo llámame» y un número de teléfono. Yo no entendía nada, pero no
tardé ni 10 segundos a oler ese tanga. Que maravilloso perfume. Me lo puse.
Tenía una erección enorme. Me hice una paja brutal. Y a trabajar.

A los dos días, sin poder ni trabajar ni dormir con mi cabeza a punto de
estallar, decidí llamarla. Me dijo que fuera a buscarla a la tienda a las 12
de la noche, que era cuando terminaba su turno. Allí fui, y ésta vez nos
quedamos en su casa, bebiendo buen vino, riendo y hablando sin parar. Me
preguntó que hice con el tanga, y entonces me quedé mudo.

-Venga cuéntamelo… ¿te masturbaste?

Le contesté que no al principio, aunque evidentemente se me notó en la cara
que mentía…ella se acercó y me dijo al oído:

-Lástima…te imaginé haciéndolo y me puse muy caliente…

-Bueno, Sara, si que lo hice. La verdad es que lo hice enseguida. Lo olí, me
estaba poniendo a cien, incluso me lo…

-¿si?

-…no, nada. Me hice una paja fenomenal.

No lo entendía, pero estaba empezando a hablar de sexo como si nada, con lo
reservado que era yo…

– ¿te lo pusiste?

– (silencio)

– venga, cuéntame que sentiste…

Me lo decía al oído, con voz baja, y yo ya tenia una erección fenomenal.
Intenté besarla, y me apartó la cara.

– Si no eres sincero conmigo, no podemos empezar nada.

Se lo expliqué todo, y conforme se lo explicaba yo me iba dejando llevar y
empecé a desabrocharme los pantalones, sin darme cuenta, pensando que
aquella noche habría juerga de la buena.

– ¿Puedes ponerte estas?

Se sacó el tanga, y me lo dio con una sonrisa como la que me hizo el primer
día que la vi.

Me lo puse. Y unas medias tambien. Y unas botas que trajo. Y un liguero. Y
un vestido de verano. No me lo podía creer. Allí estaba yo, vestido de
mujer, dejándome pintar por Ella, Sara, y me sentía en el olimpo. Me llevó a
su habitación. Me puso enfrente de un espejo enorme que tenía en el armario,
se puso detrás de mi, y empezó a masturbarme. No duré ni 2 minutos. Me corrí
en su mano. Entonces me giró y se llevó la mano a la boca. Chupó sus dedos
uno a uno, mirándome a los ojos, y luego me hizo chuparlos. Ni me pasó por
la cabeza que estaba tragándome mi propio semen. Era Ella. Sara. Lo que
estaba esperando. Me dijo que me echara en el suelo boca arriba. Y me puso
su delicioso coño en mi cara. Lo lamí con todas mis fuerzas. Y allí estaba
yo, tumbado vestido de mujer, comiéndole el coño… y volvía a empalmarme,
cuando noté presión en los huevos. Cada vez apretaba mas, y me gustaba.
Entonces me ordenó, si, me ordenó que me levantara, y que me desnudara. Lo
hice sin rechistar. Estaba empalmadísimo. Me cogió de la polla y me llevó al
salón.

-Vístete y lárgate, perro.

No entendía nada. Incluso me saltó una lágrima. ¿Por qué me echaba? Sin
darme cuenta estaba aumentando mi sumisión. Me vestí y me marché.

Cada día que pasaba dependía más de ella. Sólo pensaba en ella. Y no me
decía nada. No contestaba al teléfono. Fui a la tienda, y solo con su mirada
giraba la cabeza. Dos semanas, cuando me llamó.

– A las 3 de la mañana en la tienda.

Sólo dijo eso. Y colgó. Ese día, como un reloj, hacia Barcelona y hacia el
sexshop. Llegué y…estaba cerrado!!! Había un cartel que ponía cerrado por
vacaciones. Decidí marcharme, cuando se abrio una pequeña puerta lateral que
había. Allí estaba ella.

-Entra, cerdito.

Entré. Todo estaba en silencio. Abrió las luces. Estaba vestida de látex
negro. Sólo se veía su cara. Todo lo demás cubierto de látex. Estaba
espectacular. Morena, con el pelo suelto, los labios pintados de color rojo,
carnosos, los ojos oscuros, sombreados. Sus pechos que luchaban por salir de
ese catsuit. Parecían enormes. Frente a ella me sentía un enano. Un perro.
Un cerdo. Su mascota. Sólo me miraba, y caí de rodillas. Ya era del todo
suyo. Rió.

-Bien cerdito, ahora sabrás lo que es el placer, y el dolor. El dolor, y el
placer. A partir de ahora soy tu Ama. Para siempre. Obedecerás o serás
castigado. Y para empezar aprovecharemos estos 7 dias que mi tienda está
cerrada, para adiestrarte como lo que eres, mi putita.

Me desvistió. Estaba alucinando, entre excitado y descolocado, no abrí la
boca. Ahora estaba desnudo. En medio de la tienda. Con todos esos aparatos y
artilugios por allí. Sentí miedo, pero por otra parte no podía contener una
enorme erección.

Me puso unas esposas en las manos, y otras en los pies, separadas por una
barra, con lo que me quedaban las piernas abiertas. Quise abrir la boca pero
me puso un pumpgag de esos que se hinchan en la boca. Estaba alucinando.
Intenté moverme y me soltó una torta en la cara. «Quieto pedazo de zorra»,
me dijo. Empezó a hinchar el gag… ya no podía ni mover la lengua. Solo se oía
un pequeño mmmmmgffff. Me puso un aro en mi pene, y una especie de funda de
cuero en los huevos. Y entonces vi que cogía una especie de liquido viscoso
y me temí lo peor, pero no podia decir nada…

Se untó la mano con esos guantes de látex que llevaba y empezo a
introducirme los dedos por mi culo. Esa sensación de placer, dolor y
humillación me gustaba cada vez más. Ella me insultaba y se reía. Cogió un
consolador, y empezó a metérmelo. Yo estaba tumbado de espaldas con las
piernas hacia arriba, porque ella las aguantaba. Y me estaba follando el
culo. Y me gustaba. Mi erección se veía truncada por el aro y me gustaba.
Era suyo. Para lo que quisiera. Ahora ya estaba dispuesto a todo.

Pasaban los dias. Cada dia era humillación continuada. Vestido de puta,
enculadas con arneses, chupando su coño, sus arneses… atado de mil formas.
Dormía atado, comía atado, como un perro. Y me gustaba. Y ella lo sabía.

Y llegó el séptimo dia. Yo no tenía ni idea del día en que estábamos, había
perdido la noción del tiempo. Y entonces me dijo que me quería a su lado.
Siempre. Yo asentí, como buen esclavo. Le dije que la ayudaría en lo que
quisiera. Limpiando el local, atendiendo a los clientes… pero me dijo que
tranquilo, que ya lo vería.

La última noche fue la más intensa. Me folló por todas partes y usó todo lo
que pudo conmigo. Me hizo fotos, grabó toda la escena en vídeo. Estaba
totalmente humillado. Suplicaba que me follara. Me filmó comiendo la polla
de un muñeco hinchable, vestido de puta. Comiéndome consoladores. Y al
final, me puso un traje de látex con una abertura en mi culo. Me introdujo
un consolador que se hinchaba, vaya si se hinchaba. Me puso erguido
inmovilizado con una especie de arnés de cuero. Con el consolador hinchado
en el culo. Otro consolador hinchado en la boca. Mi pene apretado por un
tanga de cuero encima del traje de látex que casi no me dejaba empalmar. Me
dolía.

Me puso una máscara en la cabeza. No oía nada. Me estaba privando de mis
sentidos. Sólo quedaban los ojos, y sonriendo me los tapó con una especie de
venda de látex. Pero me dejó un poco abierto para que viera. Y me llevó
hasta el final de la tienda, donde había una pequeña habitación acristalada
con elementos sadomasoquistas. Me metió dentro, aguantándome por una cadena
que colgaba del techo al collar que llevaba en el cuello. Y me encerró allí.
A la vista de todo el mundo, pero sin que nadie pudiera conocerme.

Y me dormí, como pude. A las pocas horas, me desperté. Había gente alrededor,
el sexshop estaba abierto. Y la veía a ella al fondo. Y me miraba. Y me
corrí encima.

Y me gustaba.

Hasta que llegó la noche. Y los clientes se marcharon. Y sólo quedó ella.

Continuará….«

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